UN CUCU - TIENDA DE LIBROS

Bichos (Cuento Corto de la serie Naturaleza con Mirada de Mujer)

 Por Flavia Rossi


Bianca era una niña normal, de contextura delgada y altura promedio, que nunca se quitaba sus lentes de marco grueso. Siempre se peinaba con raya al medio y dos rodetes altos, porque era la mejor manera de contener las andanzas de sus rizos traviesos. Usar la melena corta fue lo más difícil de su corta vida: no había manera de dominar tanta rebeldía. A no confundir: no le molestaba andar despeinada, detestaba los piojos en su cabeza.

Ella disfrutaba observando la naturaleza. La lupa que le regalaron en primer grado le permitió descubrir el minúsculo mundo de los insectos, tarea a la que se dedicó con la disciplina de un maestro y la pasión de una obsesión. Siempre llevaba un libro de notas para registrar sus hallazgos. Dibujaba a esos seres espeluznantes y escribía detalladamente las observaciones que hacía respecto a su comportamiento. 

Años de ejercicio empírico de la entomología le habían dado fama y miles de seguidores en su cuenta. Era una influencer: libros de cuentos, marca de ropa, juguetes didácticos: su cara cotizaba alto. Aún así, la propuesta de llevar sus aventuras a la pantalla grande fue irresistible. 

En las redes la desafiaron a evitar la animación computarizada, no querían una película más de dibujitos. Y ella se debía a su público: tenía que hacer algo novedoso, aunque fuera arriesgado. Por eso, contactó a una empresa tecnológica que pondría a prueba su invento: una máquina comprimidora de partículas que permitiría que humanos e insectos tuvieran el mismo tamaño en el set de filmación. 

Los preparativos fueron intensos. Ya habían grabado la primera parte de la película, la referida a los tamaños normales en exteriores, a saber: 

“Bianca y sus amigos se bajan del micro entre risas y charlas animadas. El nuevo Bioparque tiene gran publicidad y los chicos quieren conocerlo. El clima cambia de repente y una tormenta eléctrica se forma sobre el lugar. Buscan resguardo en el edificio más cercano y aprovechan para recorrer el bloque de entomología. Con tanta emoción, no se dan cuenta lo que sucede afuera…”

Llega la parte más compleja: el desafío a escala miniatura. La magia comienza. Apuntan la máquina “chiquitolina” (como la habían bautizado en el set) sobre los jóvenes y se enciende el interruptor. Un haz de luz blanca recorre el cuerpo de los actores. El parpadeo significa que está comparando el sujeto que recibe la luz con los datos biométricos de la computadora: sólo actuaría sobre los seres programados en el software. Un minuto después, un flash enceguece a los testigos del milagro. Misión cumplida. Los niños desaparecen de la vista, pero las cámaras con lentes 100 X proyectadas en las paredes del set sugieren que todo está bien. No hay tiempo que perder, los efectos se revertirán en sólo una hora...  

-TOMA 2: La tormenta. TRES, DOS, UNO... ¡ACCIÓN!- y comienza la segunda parte del rodaje. El guión decía así:

“En la tormenta, la luna se había alineado con Saturno justo cuando el Sol se había interpuesto a Venus en casa 4. En ese momento, el cometa XERZ 32 pasaba cerca del Planeta Tierra dejando partículas alienígenas a su paso que, gracias a la menor fuerza de gravedad que había en ese momento pudieron atravesar la atmósfera y reproducirse de forma dramática… El cielo se oscurece. Las esporas transforman rápidamente toda forma de vida sobre la Tierra. Los mamíferos redujeron su tamaño y los ovíparos, lo aumentaron.” 

El efecto especial se lograría por la reducción de los humanos en la sala de entomología en miniatura, que albergaba insectos vivos para la actuación. Hubiese sido fantástico, pero algo impensado había sucedido con la máquina “chiquitolina” que disparó las alarmas del sistema.

Cuando los jóvenes se expusieron a la luz, el efecto miniaturizante inició, a pesar de la presencia de otros organismos no identificados en los portadores habilitados. La falla no se detectó a tiempo, provocando una fusión molecular mortal entre portadores y huéspedes. El cambio fue doloroso: humanos con cabezas de piojos y liendres gigantes que aplastaron a sus huéspedes de inmediato.

Sólo sobrevivió Bianca, que todavía usaba los rodetes altos para evitar contagios. Afortunadamente (para ella) la película fue un éxito y el invento se patentó, pero aprendieron a extremar la profilaxis previa.


Escrito por Flavia Rossi en marzo 2023 y presentado en el XX Mundial de Escritura

Mi carrito